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LA SERRANA DE LA VERA

Allá en Garganta la Olla
en las sierras de la Vera,
donde el rey no manda nada
y la justicia no llega,
ni los hombres tienen miedo,
ni las mujeres vergüenza,
habitaba una serrana,
alta, linda, ojimorena,
blanca como pan de leche,
rubia como la canela.
Al uso de cazadora,
gasta falda a media pierna,
botín alto y argentado
y en el hombro una ballesta;
trae recogidos los rizos
debajo de la montera,
que no se diferenciaba
si era varón o era hembra.
Cuando tiene gana de hombre,
se bajaba a la ribera,
va por ver cantar el agua
y bailar a las arenas;
cuando de amores no quiere,
se sube a las altas peñas.
Estando yo con mis cabras
donde llaman Torrambela,
vi bajar a la serrana
brincando de piedra en piedra.
Me ha desafiado a luchar,
me puse a luchar con ella.
Me dice «Pollo calzado»,
-le digo «Gallina clueca»;
me tiró la zapateta,
le tiré la zancajuela,
ni ella me tumbaba a mí,
ni yo tumbarla pudiera.
Quiso Dios y mi Fortuna
por debajo me cogiera,
y, de que me vio vencido,
me llevó para su cueva.
No me lleva por camino
ni tampoco por vereda,
que me lleva por carriles
que de cristianos no eran.
Me dio yesca y pedernal
para que la lumbre encienda:
—Prende, prende, serranillo,
que voy a buscar la cena.—
El fuego sin encender,
—ya la serrana volviera;
de conejos y perdices
trae la pretina llena,
de conejos y perdices,
de tórtolas y aragüeñas.
—¡Alégrate, caminante,
que buena cena te espera!—
Y se puso a hacer la lumbre
con huesos y calaveras.
Mientras que el conejo se asa,
la perdiz está en cazuela.
Se pusieron a cenar;
me mandó cerrar la puerta,
pero yo, de prevenido,
la dejé un poco entreabierta.
Si buena cena me dio,
muy mejor cama me diera:
sobre pieles de venado
su mantellina tendiera
y de cabecera puso
las pieles de una coneja.
Ella toca un rabelillo,
–a mí me dio una vihuela.
Yo, que lo sabía hacer,
me puse a templar las cuerdas,
la prima con la segunda,
el bordón con todas ellas.
Vino tinto para mí,
vino blanco para ella.
—Bebe, bebe, serranillo,
bebe por la calavera.—
Venga vino sobre vino,
venga vino en borrachera.
Por un cantar que ella canta,
yo cantaba una docena;
intentó dormirme a mí
y yo la adormecí a ella.
Desde que la vi dormida,
de un brinco me salí afuera,
con las bragas bajo el brazo,
los zapatos en chancleta.
Legua y media llevo andado
sin revolver la cabeza;
una vez que la volví,
¡ojalá no la volviera!,
vi venir a la serrana
bramando como una fiera,
dando brincos como corza,
relincha como una yegua.
Puso un chinarro en la honda,
que pesaba arroba y media,
luego del primer hondazo
me ha tumbado la montera.
—¡Espérate, serranillo,
que te dejas la montera,
la montera es de buen paño
y es lástima que la pierdas!
—Aunque fuera ella de oro,
yo por ella no volviera.
—Por Dios te pido, serrano,
no me descubras mi cueva.
—No te la descubriré,
hasta la primera venta.
—¡Ay de mí, triste cuitada,
que ahora seré descubierta,
que mi padre comió pan
y mi madre pació hierba!
Soy hija del Conde Orgaz,
engendrada en una yegua,
mis hermanos son dos potros,
que andan por la alta sierra.

——La tradición oral moderna nos ha conservado hasta hoy este famoso romance en diversas regiones. En las Islas Canarias es el romance más cantado y mejor recordado, según un modelo muy rico en pormenores. También se ha recogido su letra y música en Cataluña. Fuera de estas tradiciones particulares, el área compacta de su difusión moderna abarca, que ahora me conste, la Andalucía occidental, Extremadura, Castilla-La Mancha, Ávila, Salamanca, Zamora, Bragança, León, Asturias, Palencia, Burgos y Cantabria. El tema de «La serrana de la Vera» atrajo a los literatos del siglo XVII inclinados a aprovechar las tradiciones populares insertándolas en contextos propios de los gustos dominantes en la sociedad letrada de su tiempo. Lope de Vega y Vélez de Guevara lo desarrollaron en sendas comedias, Bartolomé de Enciso y el Maestro Valdivielso en dos autos. El incipit del romance fue recordado, de una parte, en una ensalada de disparates y, de otra, en una loa en morisco. Por otra parte, la historiografía localista lo consideró documento histórico.

——El que la serrana matadora de hombres pertenezca a la especie mítica de seres producto del apareamiento entre humanos y animales es variante minoritaria en la tradición oral de los siglos XIX y XX; pero su dispersión en versiones sueltas de Cáceres (en la propia Vera, en versión de 1877), Ávila , Salamanca y Zamora (y, aunque deformada, en otras de Zamora, Palencia, Toledo y Ciudad Real) hace indudable su antigüedad en el romance.

——Los comediógrafos del Siglo de Oro evitaron hacerse eco de esa justificación de la fiereza y comportamiento de la «Serrana», y buscaron otra más ajustada a las preocupaciones de la sociedad de su tiempo: el odio al varón, por haber sido engañada y deshonrada por un hombre.

——En mi versión antológica de la tradición oral moderna, he aceptado el criterio estético, dominante en ella, de no hacer explícita la secuencia final de la leyenda: la prisión de la serrana y su ejecución pública. En las versiones en que existe reviste varias formas, que contienen motivos incompatibles entre sí, y resulta curioso observar que la incompatibilidad de esos componentes está muy relacionada con una cuestión básica que atañe al conjunto del romance: ¿de qué tipo de texto literario pre-tradicional procede el romance cantado en el siglo XX? Por un lado, la imagen y descripción de la bella cazadora responde a la variante temática presente en el romance tal como lo conocieron y glosaron los autores a comienzos del siglo XVII; por otro, en las versiones en que la serrana es finalmente cazada por «siete ayuntamientos», a los que ella les da «tela» antes de ser prendida traicioneramente, su fiereza viene a ser justificada observando que «cada pie pesa una arroba, / cada brazo arroba y media» (obviamente debido a su herencia materna). Parece que, en el romance llegado hasta nuestros días, se han entrecruzado restos de una tradición legendaria remota con un prototipo romancístico textualmente creado, tardíamente, en el siglo XVI. De ahí, los contrastes narrativos que pueden percibirse en la versión arriba publicada. Pero, sea como sea, el resultado es un magnífico poema tradicional.

Diego Catalán

Imagen versionada de National Geographic

Publicado el 12 de octubre de 2007. 19.51.

Romances publicados:

** 1.- La bella en misa

** 2.- La muerte ocultada

** 3.- El caballero burlado

** 4.- La infantina

** 5.- El prisionero

** 6.- Espinelo

** 7.- Ogier y Roldán

** 8.- El moro Búcar ante Valencia

** 9.- Muerte del duque de Gandía

**10.- Muerte del Maestre de Santiago

**11.- La merienda del moro Zaide

**12.- Cercada está Santa Fe

**13.- Por la ribera del Turia

**14.- El enamorado y la muerte

**15.- El rey Rodrigo pierde el reino

**16.- Lanzarote y el ciervo de pie blanco

**17.- Gaiferos libera a Melisendra

**18.- Paris y Elena

**19.- Aliarda

**20.- El caballo robado

**21.- El rey chico y la mora cautiva de Antequera

**22.- Durandarte envía su corazón a Belerma

**23.- El infante don García

**24.- Grifos lombardo

**25.- Gerineldo

**26.- La condesita

**27.- La condesa de Castilla traidora

**28.- Nacimiento de Bernardo

**29.- Marquillos

**30.-La vuelta del navegante

**31.- El conde Dirlos

**32.- Penitencia de Rodrigo

**33.- Enamorada de un muerto

**34.- La guarda cuidadosa

**35.- La canción del huérfano

**36.- Flérida y don Duardos

**37.-El desdeño del amor

**38.- Paridlo, infanta, paridlo

**39.- Cómo no cantas, la bella

**40.- Bodas de sangre

**41.- Alabóse el Conde Vélez

**42.- Silvana

**43.- Bernal Francés

**44.-Sacrificio de Isaac

**45.- Nacido nos ha un bailico

**46.- La noble porquera

**47.- La caza de Celinos

**48.- El veneno de Moriana

**49.- Bodas se hacían en Francia

**50.- Don Manuel y el moro Muza

**51.- Don Diego y el moro que retó a Chamartín

**52.- Mientras yo podo las viñas

**53.- La Gallarda matadora de hombres

**54.- El cautivo y el ama buena

**55.- La serrana de la Vera

**56.- El Cid pide parias al moro

**57.- El conde Alemán

**58.- El pajecico sacado del mar

**59.- El infante vengador

**60.- Valdovinos sorprendido en la caza

**61.- Quejas de doña Urraca

**62.- El hijo póstumo

**63:- Una fatal ocasión

**64.- Juan Lorenzo, cuernos de oro

**65.- El Mostadí