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asesinato, Cranford, crimen organizado, El País, Elizabeth Gaskell, guerra sucia, México, narcotráfico, Salvador Camarena
Al anochecer, acuden los vecinos, conecto el generador, y, durante una hora, nos convertimos en estatuas de ojos chispeantes que acechamos Cranford en la pantalla del ordenador portátil, que usamos como lector de DVD.
Esta mañana, se han marchado con rumbo incierto otros tres jóvenes de la aldea, huyendo a partes iguales de los narcos y de la guerra sucia del glorioso ejército y la simpar policía de nuestro país. Ayer llegó una carta sin remite contando que mi ahijado L. y su amigo R. lograron cruzar la frontera, y trabajan como braceros en una plantación de California.