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Diego Catalán, Gatopardo, La bella en misa, literatura española, Romancero, Romancero de la Cuesta del Zarzal
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LA BELLA EN MISA
El Romancero que nos legaron los impresores del siglo XVI, tanto el que ellos llamaron «viejo» como el que crearon los poetas del Siglo de Oro, ha seguido siendo apreciado literariamente por los lectores desde que los románticos ingleses y alemanes lo recuperaron como una de las creaciones literarias españolas de valor universal. Cualquiera puede hoy acceder a sus textos en buenas ediciones.
No ocurre así con el Romancero llegado, de generación en generación, al siglo XX por transmisión oral. La lenta y caótica recolección de sus múltiples versiones, a lo largo de todo ese siglo, en los más diversos lugares del mundo hispánico ha dado lugar a que sus textos hayan quedado como especímenes documentales, estrechamente vinculados a los intereses de filólogos, de etnógrafos, o de aficionados regionales. La incorporación de sus poemas a la literatura canónica española ha sido diferida para un mañana que nunca llega. Los lectores de Literatura no saben cómo acceder a ellos.
Mi interés continuado por el arte poética del romancero oral me lleva a ofrecer a un público general lo mejor de ese Romancero, emulando a los editores del siglo XVI. Mi propósito es mostrar que la labor de reelaboración y pulimiento, durante cuatro siglos y medio, realizada por los cientos (posiblemente miles) de transmisores de ese caudal poético que enlazan el Romancero del siglo XVI con el Romancero del siglo XX, ha creado un sinfín de poemas que cualitativamente no sólo compiten con el antiguo Romancero, sino que muy a menudo le añaden quilates, ya que responden a un arte poética que sorprende y deleita a los mejores paladares críticos.
Una mayoría de los romances cantados en el siglo XX versa sobre temas que tienen su paralelo en la Balada europea o, incluso, universal. Su origen hunde sus raíces en la oscuridad de los tiempos más lejanos, siendo imposible para nosotros, en ciertos casos, seguir la ruta de su expansión.
Mañanita de San Juan,
mañanita de primor,
cuando damas y galanes
van a oír misa y sermón,
una dama va en el medio
que de todas es la flor.
Lleva saya sobre saya,
anillos de gran valor.
A la entrada de la iglesia
su pie derecho metió;
solamente con dos dedos
agua bendita tomó
y un poquito más arriba
de rodillas se ahincó;
tres golpes se dio en el pecho,
ha dicho la confesión.
El que decía la misa
no la pudo decir, no;
el que le estaba ayudando
las vinajeras quebró;
el sacristán en el coro
el “Credo” se le olvidó;
el monacillo tocando
ha quebrado el esquilón;
las campanas repicando
solas han perdido el son.
Las damas mueren de envidia
y los galanes de amor,
sólo en ver tanta hermosura
como esta niña llevó.
Según Miguel de Unamuno, quien recogió en Almoharín (Cáceres), a principios del s. XX, una de las versiones más similares a la presente entre las conservadas en el Archivo Menéndez Pidal / Goyri del Romancero (hoy en la “Casa Menéndez Pidal” del “Olivar de Chamartín”), allí se cantaba en la Nochebuena con un tambor destemplado; uno lo iba diciendo verso a verso y el pueblo repetía en coro lo que él iba cantando, animándole con el estribillo “Eá , tú, la Noche de Navidad”.
Este romance nos es conocido en versiones de estructura muy semejante pertenecientes a las diversas lenguas hispánicas: portuguesas, andaluzas, extremeñas y castellanas, sefardíes de los Balcanes y el Oriente próximo, sefardíes del Norte de África y catalanas; también las hay muy similares francesas.
El tema se halla incorporado a una balada griega, búlgara y rumana, “La madrina que reemplaza a la novia”, donde presenta características propias. Pero debió tener desde antiguo existencia autónoma. En forma muy semejante a la del extremo occidental de Europa tiene su paralelo en una balada china que figura en la novela “Chin P’ing Mei”, en un episodio que narra cómo Loto de Oro, después de dormir con Hsi-mên Ch’ing en una cámara del templo budista, sin preocuparse de los servicios fúnebres en honra del señor Wu, su marido, a quien los amantes han asesinado arteramente, acude, al fin, a la ceremonia después de peinarse y vestirse para extremar su atractivo:
El chantre perdió el seso y, al leer los libros sagrados,
no sabía si se hallaban cabeza abajo.
Los santos oficiantes se volvían locos al leer sus oraciones,
no sabiendo a ciencia cierta qué línea leían.
El acólito del incensario puso los vasos boca abajo y otro lo agarró
creyendo que era su candela.
El lector, en vez de leer “El poderoso imperio de Sung”,
lo llamó en su lugar “de Tang”.
El exorcista, en vez de salmodiar “Señor Wu”,
exclamó : “¡Señora Wu!”.
Al viejo monje le batía tan terriblemente el corazón,
que erró el bombo y dio sobre la mano del monje joven.
El joven monje tenía tan absorta su mente,
que , con el palillo del bombo, dio sobre la cabeza del viejo monje.
Largos y pacientes años de noviciado
allí se esfumaron;
y, si hubieran descendido sobre la tierra diez mil santos,
no habría sucedido nada más aceptable.
El romance castellano se publicó ya en un pliego suelto del siglo XVI, con el final:
A la entrada de la hermita
relumbrando como el sol.
El abad que dize la missa
no la puede dezir, no;
monazillos que le ayudan
no aciertan responder, non:
por dezir: “Amén, amén”,
dezían: “Amor, amor”.
En esta vieja versión, la dama no sólo se viste lujosamente sino que se preocupa de realzar su belleza mediante el tocador, como en la balada china:
En la su boca muy linda
lleva un poco de dulçor,
en la su cara muy blanca
lleva un poco de color,
y en los sus ojuelos garços
lleva un poco de alcohol.
Autor: Diego Catalán
Imagen: Retrato de dama joven, de Sandro Botticelli (1445-1510)
Publicado el 26/06/2008 21:01.
Romances publicados:
** 1.- La bella en misa
** 2.- La muerte ocultada
** 3.- El caballero burlado
** 4.- La infantina
** 5.- El prisionero
** 6.- Espinelo
** 7.- Ogier y Roldán
** 8.- El moro Búcar ante Valencia
** 9.- Muerte del duque de Gandía
**10.- Muerte del Maestre de Santiago
**11.- La merienda del moro Zaide
**12.- Cercada está Santa Fe
**13.- Por la ribera del Turia
**14.- El enamorado y la muerte
**15.- El rey Rodrigo pierde el reino
**16.- Lanzarote y el ciervo de pie blanco
**17.- Gaiferos libera a Melisendra
**18.- Paris y Elena
**19.- Aliarda
**20.- El caballo robado
**21.- El rey chico y la mora cautiva de Antequera
**22.- Durandarte envía su corazón a Belerma
**23.- El infante don García
**24.- Grifos lombardo
**25.- Gerineldo
**26.- La condesita
**27.- La condesa de Castilla traidora
**28.- Nacimiento de Bernardo
**29.- Marquillos
**30.-La vuelta del navegante
**31.- El conde Dirlos
**32.- Penitencia de Rodrigo
**33.- Enamorada de un muerto
**34.- La guarda cuidadosa
**35.- La canción del huérfano
**36.- Flérida y don Duardos
**37.-El desdeño del amor
**38.- Paridlo, infanta, paridlo
**39.- Cómo no cantas, la bella
**40.- Bodas de sangre
**41.- Alabóse el Conde Vélez
**42.- Silvana
**43.- Bernal Francés
**44.-Sacrificio de Isaac
**45.- Nacido nos ha un bailico
**46.- La noble porquera
**47.- La caza de Celinos
**48.- El veneno de Moriana
**49.- Bodas se hacían en Francia
**50.- Don Manuel y el moro Muza
**51.- Don Diego y el moro que retó a Chamartín
**52.- Mientras yo podo las viñas
**53.- La Gallarda matadora de hombres
**54.- El cautivo y el ama buena
**55.- La serrana de la Vera
**56.- El Cid pide parias al moro
**57.- El conde Alemán
**58.- El pajecico sacado del mar
**59.- El infante vengador
**60.- Valdovinos sorprendido en la caza
**61.- Quejas de doña Urraca
**62.- El hijo póstumo
**63:- Una fatal ocasión
**64.- Juan Lorenzo, cuernos de oro
**65.- El Mostadí
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