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marquillos

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MARQUILLOS

El traidor era Marquitos,
todos le llaman traidor,
por dormir con su señora,
ha matado a su señor;
cuando cayó muerto en tierra,
el chapeo le quitó.
—Abre puertas, Catalina,
ábrelas, mi lindo amor.
—No te las abriré, Marcos,
no está en casa mi señor.
—Tu señor quedaba preso
allá dentro de Aragón,
vengo en busca de dinero,
por deshacer la prisión;
si no lo quieres creer,
su chapeo traigo yo.-

Catalina, como diestra,
sus puertas trancó mejor;
Marquitos, como valiente,
al suelo se las tiró.
Se fue de cámara en cámara,
a Catalina no halló;
ya la viera estar llorando
en un alto corredor.
—¿Por qué lloras, Catalina,
por qué lloras, lindo amor?
—Lloro por el mi marido,
que me lo matasteis vos.
—No me enojes, Catalina,
no haga lo mismo con vos.—
La mandara hacer la cena,
ya se la hizo y cenó;
la mandara hacer la cama
y con ella se acostó.
Otro día, de mañana,
Catalina madrugó:
—Subiráste en aquel alto,
aquel alto mirador
y allí verás las tus tierras
de que ahora serás señor
y verás a tus criados
si trabajaban o no;
allí verás la truchita
cómo llamaba al salmón
y allí verás la paloma
que reclama al perdigón.—
Catalina, como diestra,
al mar hondo lo tiró.
Al cabo de nueve meses
ya Catalina parió:
pensó de traer hija hembra
y trajo un hijo varón.
Llamara curas y frailes,
rico bautizo le armó.
Otro día, de mañana,
subió al alto corredor,
allí cogiera su niño
y al mar hondo lo tiró.
—¡Ahí vayas tú, mi hijo,
vayas con mi bendición;
no quiero que quede casta
de aquel gran falso traidor!

La versión aquí editada sigue, fundamentalmente, el texto recitado el año 1975, estando en su telar, por Carolina Geijo Alonso, de 84 años, que lo aprendió de su abuela, en el pueblo maragato de Val de San Lorenzo, León. Antes de que Antonio Cid editara y estudiara esta versión, sólo constaba en el Archivo del Romancero la perduración del romance de “Marquillos” en la tradición catalana de los siglos XIX y XX, especialmente en regiones muy conservadoras, entre ellas Alguer, el enclave catalano-hablante de la isla de Cerdeña. En la tradición judeo-española de Oriente solamente se conservaba, en el siglo XIX, una serie de versos de “Marquillos” incrustados entre otros procedentes de “Bernal Francés”.

El romance tuvo ya una versión impresa (con una glosa), divulgada por un Pliego suelto, en el siglo XVI, que fue reproducida (prescindiendo de la glosa) por la Tercera parte de la Silva de Romances, impresa en Zaragoza en 1551, y por Joan de Timoneda en su Rosa de romances en Valencia, 1573. De acuerdo con las exigencias morales de la literatura escrita de aquellos tiempos, el glosador (hemos de suponer) introdujo en la fábula el retoque de que la dama consiguiera aplazar el disfrute de su cuerpo por el traidor hasta rayar el sol, haciendo así posible que ella lo asesine mientras duerme. Evidentemente, la tradición oral llegada hasta los siglos XIX y XX conserva mejor la trama del prototipo del romance al no conocer tal arreglo. El acuerdo entre la tradición maragata y la catalana, frente al texto impreso del siglo XVI, no dejan lugar a la duda. Sólo la versión de Val de San Lorenzo continúa el romance con el sacrificio del hijo del traidor; pero, siendo este episodio propio de una rama de la tradición, la maragata, frente a otra rama de la tradición, la catalana, el testimonio de esa rama, la de lengua castellana, es de igual peso que el de todas las versiones en lengua catalana juntas, y la ideología en que se sustenta el comportamiento de la madre, tras haber sido forzada por el asesino de su marido, es más fácil que haya sido erradicada en el curso de la transmisión del romance en el ámbito cultural catalán después de la Edad Media, que incorporada al romance por la abuela de Carolina Geijo o por una predecesora en la cadena de transmisores orales maragatos de los últimos siglos.

Diego Catalán, Romancero de la Cuesta del Zarzal

Publicado el 21/03/2013 20:11.

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**65.- El Mostadí