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Diego Catalán, Gatopardo, Romance, Romancero de la Cuesta del Zarzal, romancero oral, siglo XVI, siglo XX
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LA NOBLE PORQUERA
No bien se ha sentado
—don Bueso a la mesa,
le han llegado nuevas
—que vaya a la guerra;
no bien se ha sentado
—don Bueso a la tabla,
le han llegado nuevas
—que vaya en batalla.
—Madre, la mi madre
—si bien me queréis,
a la mi esposita
—me regalaréis,
de la mano a misa
—me la llevaréis,
pero con las vacas
—no me la mandéis;
madre, la mi madre,
—si bien me estimáis,
a la mi esposita
—me la regaláis,
de la mano a misa
—vos me la lleváis,
pero con las vacas
—no me la mandáis.
—Vete tú, mi hijo,
—vete tú a la guerra,
con tus hermanitas
—labrará la seda;
vete tú, mi hijo,
—vete a la batalla,
con tus hermanitas
—bordará la holanda.—
—Tú no vales, no,
—para labrar seda,
ve a guardar ovejas
—arriba en la sierra;
tú no vales, no,
—para bordar paños,
ve a guardar las cabras
—en campos extraños.—
Apenas llegó
—don Bueso a la guerra,
cuando Marianita
—lloraba en la sierra;
apenas don Bueso
—a la guerra llegara
cuando Marianita
—en la sierra lloraba.
—Caballeros vienen
—caballeros van,
¿cuándo vendrá Bueso
—que en la guerra está?—
A los siete años
—se ha puesto a cantar:
—Don Bueso vendrá
—don Bueso vendría,
de guardar las cabras
—él me sacaría;
don Bueso vendría,
—don Bueso vendrá,
si no viene luego,
—ya no tardará.—
Tiene Marianita
—la voz tan delgada,
la siente don Bueso
—desde donde estaba;
tiene Marianita
—la voz tan subida,
la siente don Bueso
—de allá de las Indias.
—Váyanse, señores,
—por esos senderos,
voy a ver quien canta
—por esos coteros;
váyanse, señores,
—por esos caminos,
voy a ver quien canta
—arriba en los riscos.—
—Linda zagaleja,
—del dulce mirar,
un borrego de esos
—bien me venderá.
—Un borrego de ésos
—no se lo daría,
tengo suegra mala
—y me pegaría.
—Linda zagaleja,
—del dulce mirar,
un borrego de ésos
—a mí me has de dar.
—Señor caballero,
—no haré yo tal,
mi suegra es muy mala
—y me matará.
—Vaya, zagaleja,
—vaya, por tu vida,
pan de tu zurrón
—tú si me darías.
—Pan de mi zurrón
—yo se lo daría
pero es de cebada,
—no lo comería.
—Linda zagaleja,
—del dulce mirar,
si hallaré posada
—en este lugar;
linda zagaleja,
—dime, por tu vida,
si en casa tu suegra
—posada darían.
—Si va usted de rico,
—posada darán;
si va usted de pobre
—se la negarán,
en casa mi suegra
—eso se hace ya.
—¡Vamos, zagaleja,
—vamos, por tu alma,
arrea el ganado
—para la majada!
—Vaya, el caballero,
—ande su jornada,
quien lo trae al campo,
—ésa lo encerraba.—
Se va el caballero,
—se va caminando,
a la zagalita
—atrás la ha dejado.
—Muda, Marianita,
—muda la camisa,
que ha venido gente,
—gente muy lucida;
muda, Marianita,
—muda la delgada,
que ha venido gente
—de allá, de batalla.
—Siete años ha, siete,
—sin mudar camisa,
no la he de mudar
—por gente lucida;
siete años ha, siete,
—sin mudar delgada,
no la he de mudar
—por gente’ e batalla.
—Ponte, Marianita,
—vestidos de seda,
tenemos en casa
—gente de la guerra;
ponte, Marianita,
—vestidos de grana,
gente de la guerra
—tenemos en casa.
—No me pongo, no,
—vestidos de seda,
que me pegarán
—pelos las ovejas;
no me pongo, no,
—vestidos de grana,
que me pegarán
—pelitos las cabras.
¡Quite, el caballero,
—espada y capote,
que aquí cuelgo yo
—el zurrón de noche!;
¡quite, el caballero,
—capote y espada,
que aquí cuelgo yo
—zurrón y cachaba!
¡Quítate de ahí, gato,
—quítate de ahí, perro,
que ésa es la cama
—donde yo me acuesto!;
¡quítate de ahí, perro,
—quítate de ahí, gato,
que ésa es la cama
—donde yo descanso!
—Dime, zagaleja
—del dulce mirar,
¿no tendrá otro sitio
—donde descansar?
—Eso no, señor,
—señor caballero,
hace ya siete años
—que en el suelo duermo,
lo que hace se fue
—mi querido Bueso.
—Señora viudita,
—¿qué hay para cenar?
—La gallina asada
—no le ha de faltar.
—Linda zagaleja,
—del dulce mirar,
siéntate a mi mesa
—conmigo a cenar,
que la pechuguilla
—a ti te la he dar.
—La gallina asada
—cene el caballero,
que aquí están mis hijas,
—que lo son primero,
que la zagaleja
—ya cenará suero;
cene el caballero,
—cene su gallina
y lo que sobrare
—déselo a mis hijas,
que la zagaleja
—suero cenaría.
-Señora viudita,
—me voy a acostar,
que una hija suya
—me venga a alumbrar.
—Una hija mía
—no se la he de dar,
mas la zagaleja
—le irá a alumbrar;
una hija mía
—no se la daría,
mas la zagaleja
—no le negaría.
—El gran caballero,
—si bien me queréis,
la honra de don Bueso
—no me la quitéis…
Si tú eres don Bueso,
—yo doña Mariana,
sortijitas de oro
—veré si apretaban.—
—¡Arriba, zagala,
—del dulce dormir,
que la oveja bala
—y quiere salir!,
¡arriba, putuela,
—de ese dulce sueño,
que la oveja bala
—y quiere ir al yerbo!
—Si la oveja berria
—y quiere salir,
su hija galana
—que la vaya abrir,
mi marido es vuelto
—y quiero dormir;
si la oveja berria
—y quiere ir al yerbo,
su hija galana
—que vaya con ello,
que estoy en los brazos
—de aquél que más quiero!
—Es ésta la versión propia del Norte de España, que me es conocida en buenas versiones de Cantabria, Burgos y Palencia y en textos mucho peor conservados de Asturias, Lugo y Salamanca. El romance, con la misma estructura en hexasílabos paralelísticos, fue cantado por los sefardíes de Marruecos, donde se olvidó el final de la historia, y por los de Oriente, donde los versos hexasílabos han sido mayoritariamente refundidos en octosílabos. Pese a ésta suerte disimilar, las dos tradiciones judeo-españolas revelan un origen común, ya que remontan a un prototipo que narraba, más o menos, así la historia:
—Irme quiero, madre,
—a la romería,
yo vos encomiendo
—a María, mi amiga,
me la paréis mientes
—como a vuestras hijas;
irme quiero, madre,
—a Roma, la santa,
yo vos encomiendo
—María, mi amada,
me la paréis mientes
—como a mis hermanas.
—De día, mi hijo,
—bordando y cosiendo,
de noche, mi hijo,
—cabe mí durmiendo;
de día, mi hijo,
—cosiendo y bordando,
de noche, mi hijo,
—cabe mí folgando.—
Aún no pasó Bueso,
—aún no paso el agua,
ya mandó a María
—a apacentar vacas;
aún no pasó Bueso,
—aún no pasó el río,
ya mandó a María
—a pasear cabritos.
Ya se fue don Bueso
—a la romería,
gritos da María
—que de allá la oía:
—¡Ay, los mis briales,
—de oro guarnidos,
de pasear ganado
—se me han rompido!
—¡O es ángel del cielo
—o la esposa mía!—
Ya vuelve don Bueso,
—ya vuelve y venía.
—Ven acá, mi nuera,
—a trocar camisa,
que mi hijo don Bueso,
—mi hijo ya venía;
ven acá, mi nuera,
—a trocar delgada,
que mi hijo don Bueso,
—mi hijo ya tornaba…
—Muy diverso es el texto de este tema baladístico que conserva la tradición catalana, desde Graus hasta Menorca. Es monorrimo en -é, en octosílabos (8 / 8) y con el primer hemistiquio octosilábico siempre grave. Va de acuerdo, tanto en forma como en contenido, con los textos hermanos transpirenaicos. Lingüísticamente, es muy curiosa la presencia, en textos del Principado, de «dialectalismos» en las rimas, tanto provenzales como castellanos:
Qué petita l’han casada
—la filla del cavallé,
a l’endemá de les bodes
–son marit l’ha de vester!
El rey n’ha fet fé una crida,
—una crida n’ha fet fé:
que condes y caballeros
—a la guerra hajin d’ané.
Y també lo don Guillermo,
—aquell també hi ha de ané,
que en té la dona bonica
—y no la’n gosa deixé;
que l’encomane a sa mare,
—que la’n governará bé.
—Ay, mare, la meva mare,
—aquí os deixo ma mullé,
que no li feu fé feinetas,
—sino es cusé o brodé;
no li feseu treure aygua
—amb so poal mes grandé,
sino ab so poal de plata
—que per ella el vaig fé fé…
—Su directa conexión con la tradición francesa, e indirecta con la piamontesa, se manifiesta no sólo en que el oficio vil encomendado a la noble esposa es el de porquera y en las características métricas del texto, sino en el nombre del caballero, que conservan algunas versiones catalanas, «don Guillermo («Guillaume», en textos transpirenaicos), y en la «feina» que, aparte de guardar los puercos, dice la «porquerola» tener encomendada cada día y que el caballero le ayudará a hacer:
—Ara em diràs, porquerola,
—quina feina tens de fé.
—Set fusades cada dia,
—tres feixos de llenya a fé.
—Aspia les set fusades,
—qu’el feix de llenya hi de fé.—
Amb la punta de l’espasa
—el feix de llenya’n va fé.
—Los comparatistas que conciben la transmisión de los textos de un área lingüística a otra como actos puntuales de traducción pensarán que el prototipo de la canción catalana fue «traducido» del francés y, a su vez, el castellano del catalán y, sabe Dios cuando, divulgado éste entre los judíos emigrados de España. Incluso hay quien se atreve a situar el origen de todo en el siglo XVI, en memoria del cruzado monsieur Guillaume de Beauvoire, que se casó tan joven que no se sabía vestir. Pero los contactos entre tradiciones no suelen ser (como ya hemos visto en otros temas) así de simples, sino más difusos y reiterados. Basta ver que en la tradición en castellano, tanto peninsular como judeo-española (marroquí y oriental), se conserva memoria del «motivo narrativo» consistente en el canto de la pastora milagrosamente oído por su marido desde el otro lado del mar, que las versiones catalanas desconocen, y que, en la tradición del Norte de España, se mantiene el detalle, presente en la balada francesa, de que el caballero encargue a su madre que lleve a misa a su esposa, detalle de carácter formulario así mismo ausente de todas las versiones catalanas, tanto de las Baleares, como del Rosellón, como del Principado, como de Ribagorza.
—El empleo de un metro hexasilábico, tanto en la Península como en la tradición judeo-marroquí, junto con la extraordinaria conservación, en ambas áreas, del sistema paralelistico, apuntan a un origen muy antiguo del romance en castellano; tan antiguo, que ha podido ser heredado por dos ramas de la tradición, la cristiana y la judía, que han diversificado su texto de la forma tan notable que hacen patente las dos versiones arriba citadas de la misma historia. A diferencia de lo que ocurre con otros romances, la tradición catalana y la castellana no derivan aquí de un tronco común. Su semejanza argumental tiene sus orígenes en antecesores remotos de la tradición baladística pan-europea.
Diego Catalán, del Romancero de la Cuesta del Zarzal
Imagen de portada: Sofía Loren en C’era una volta
Publicado el 07/04/2007 00:38. Archivado en Wayback Machine
Romances publicados:
** 1.- La bella en misa
** 2.- La muerte ocultada
** 3.- El caballero burlado
** 4.- La infantina
** 5.- El prisionero
** 6.- Espinelo
** 7.- Ogier y Roldán
** 8.- El moro Búcar ante Valencia
** 9.- Muerte del duque de Gandía
**10.- Muerte del Maestre de Santiago
**11.- La merienda del moro Zaide
**12.- Cercada está Santa Fe
**13.- Por la ribera del Turia
**14.- El enamorado y la muerte
**15.- El rey Rodrigo pierde el reino
**16.- Lanzarote y el ciervo de pie blanco
**17.- Gaiferos libera a Melisendra
**18.- Paris y Elena
**19.- Aliarda
**20.- El caballo robado
**21.- El rey chico y la mora cautiva de Antequera
**22.- Durandarte envía su corazón a Belerma
**23.- El infante don García
**24.- Grifos lombardo
**25.- Gerineldo
**26.- La condesita
**27.- La condesa de Castilla traidora
**28.- Nacimiento de Bernardo
**29.- Marquillos
**30.-La vuelta del navegante
**31.- El conde Dirlos
**32.- Penitencia de Rodrigo
**33.- Enamorada de un muerto
**34.- La guarda cuidadosa
**35.- La canción del huérfano
**36.- Flérida y don Duardos
**37.-El desdeño del amor
**38.- Paridlo, infanta, paridlo
**39.- Cómo no cantas, la bella
**40.- Bodas de sangre
**41.- Alabóse el Conde Vélez
**42.- Silvana
**43.- Bernal Francés
**44.-Sacrificio de Isaac
**45.- Nacido nos ha un bailico
**46.- La noble porquera
**47.- La caza de Celinos
**48.- El veneno de Moriana
**49.- Bodas se hacían en Francia
**50.- Don Manuel y el moro Muza
**51.- Don Diego y el moro que retó a Chamartín
**52.- Mientras yo podo las viñas
**53.- La Gallarda matadora de hombres
**54.- El cautivo y el ama buena
**55.- La serrana de la Vera
**56.- El Cid pide parias al moro
**57.- El conde Alemán
**58.- El pajecico sacado del mar
**59.- El infante vengador
**60.- Valdovinos sorprendido en la caza
**61.- Quejas de doña Urraca
**62.- El hijo póstumo
**63:- Una fatal ocasión
**64.- Juan Lorenzo, cuernos de oro
**65.- El Mostadí
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