Conviene decir, sobre todo a los indignados y a los escandalizados, que al lado de una filosofía de los decadentes hay una filosofía de los retóricos, que no es menos representativa de la crisis espiritual de nuestros días. La una cava en su interior sin piedad, sacando a la luz los pobres restos de la metafísica perdida, y entre la angustia originaria y el naufragio final, no se conmueve ni trata de conmover, sino que lleva a cabo la amputación mortal con frialdad científica; la otra se infla en una verbosidad árida y alambicada, que plantea problemas ya resueltos, o resuelve problemas que no han sido planteados por no ser actuales, y repite fórmulas manidas, vacías de contenido moral, casi diría desvitalizadas por el largo uso, con fingida y engañosa emoción.
Si crisis implica flaqueza espiritual, y pobreza moral, y no únicamente desasosiego y desorientación, la filosofía de los retóricos es filosofía de la crisis, y no menos inquietante que la de los decadentes.»
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