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      Felipe II (1527+1598) Rey de España, de Portugal y de las Indias, que heredó de su padre, Carlos I de España y V de Alemania. Su reinado es la continuación exacerbada de un modo de reinar austero e inhumano.

      Después de que el barón flamenco Montigny muriera ajusticiado sin juicio, mediante garrote vil, y amortajado con un hábito franciscano para ocultar las huellas de su muerte atroz, el rey se jacta en carta al duque de Alba: «Se ha llevado todo tan bien que, hasta ahora, todo el mundo cree que ha muerto de enfermedad«¹. Su corresponsal no era ni más ni menos que su verdugo en las matanzas de Flandes.

      Su primogénito, el príncipe Carlos no habló hasta los tres años, y fue un niño enfermizo y deforme, con la cabeza desproporcionada, que sentía especial placer en ver asar vivos a los animales, era colérico, contrahecho, y atacaba a mordiscos. En una de sus enfermedades, fue desenterrado el cadáver de Fray Diego, muerto un siglo antes, para acostarlo con el enfermo y curarlo con su contacto. Felipe II, viendo que no podría ser su sucesor, lo hizo prisionero de Estado por alta traición, hasta que murió.

      Felipe II se refugió en El Escorial, un caserón encalado, umbrío, donde el mausoleo y el «pudridero» le aguardaban, y las reliquias de los santos recibían su celo fervoroso entre procesiones, oraciones, novenas, y aquejado del mismo delirio místico y necrófilo que tuvieron otros monarcas de su dinastía.

     Los cirujanos le extirparon un tumor de la rodilla y cuatro del pecho, y durante cincuenta y tres días estuvo en la misma cama, sin lavarlo ni mudarlo, mientras la gangrena invadía sus llagas.

      Cuando le preguntaron si sufría al írsele cayendo las carnes podridas, a trozos, Felipe II contestó santamente: «Sí, sufro; pero los pecados me duelen más que las llagas

Gatopardo

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Floris van Montmorency, barón de Montigny
(?, 1528 – Simancas, 14 de octubre 1570)

1«El caso de Montigny merece conocerse con todos sus detalles. El rey reúne al Consejo para oir sus pareceres, asistiendo el Príncipe de Éboli, el Cardenal Espinosa y Eraso; (…) la mayoría opina por darle un bocado, pero el rey prefiere que sea ahorcado en sigilo, haciendo creer al público que murió de enfermedad. Así, pues, el Barón de Montigny es trasladado de la torre de Segovia a Simancas, cuyo gobernador Peralta inspira bastante confianza para lo que se quiere hacer

       El rey, dice la orden remitida a Peralta, no quiere que se sepa que Montigny ha sido ejecutado; debéis, pues, hacer creer que su muerte ha sido natural, y asegurar el secreto de esta ejecución, todo lo que un secreto pueda asegurarse en este mundo. (*)

       Un médico va públicamente a visitar al preso; se encargan y traen de la ciudad remedios contra la fiebre, y entretanto, un alcalde, un fraile y un verdugo salen de Valladolid. Lo que deben hacer hora por hora, esta prevenido y prescrito por la mano misma del rey. La caridad en el crimen es llevada tan lejos, que hay largas recomendaciones para que se anuncie con precauciones al noble Montmorency la muerte ignominiosa, en garrote, evitandose así que se condene por la desesperación. Hase de confortar su piedad y su valor para impedir por todos los medios que intente darse la muerte: se le dará el tiempo de una noche y un día para que se confiese, reciba los sacramentos y se arrepienta. Cuanto a este importante punto, no ha de tolerarse ninguna negligencia. El religioso debe de ser docto y prudente, y sería bien escoger a Fray Hernando del Castillo, que está en el Colegio de San Pablo. Se permitira al condenado hacer testamento, aunque estando confiscados todos sus bienes, no tenga nada que legar; pero se le dejara entender que puede disponer de ellos si consiente en disponer sus últimas voluntades, en los términos que emplearía un hombre enfermo en su última hora, lo que hara creer mejor en una muerte natural. Se le permitira también escribir a su mujer, pero en el mismo concepto de un hombre que se siente gravemente enfermo y en el articulo de la muerte. Luego que haya sido agarrotado, se le revestirá con un hábito de franciscano, calándole bien la capucha, en manera que tape bien las señales del garrote en la garganta: los que lo metan en el ataúd, no han de saber nada del secreto, y el entierro será público y pomposo, como cumple a un gran señor, cuya muerte prematura se deplora.

       La orden real, con fecha 1º de Octubre de 1570, fue puntualmente cumplida, y dando cuenta al Duque de Alba de este asesinato, el rey le escribe: «Resta agora que nos hagáis luego sentenciar su causa, como si hubiera muerto de su muerte natural, de la manera que se sentenció la del Marqués de Vargas y enviaréisme copia de lo que allá se hiciere.»

     La formalidad era necesaria para la confiscación de los bienes.

* Documento inédito, tom. IV, pág. 560 y siguientes; acta del Consejo de los Secretarios de Estado, en presencia del rey, pág. 526 a 554. (Transcripción de la Revista de Legislación y Derecho- VIII, página 21-22. pdf)

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Imágenes: Felipe II. retratado por Antonio Moro

Montigy, grabado de Emanuel van Meteren (1535-1612), via wikipedia

Publicado el 15/11/2014 07:31